CAMARA DE DIPUTADOS
Estados Unidos de Venezuela.-Cámara de Diputados.
Caracas, 8 de junio de 1941
132° y 83°
Hoy no hubo sesión por falta de quórum.
El Secretario,
Octavio
Lazo
(Por omisión involuntaria no apareció esta Nota en su
lugar correspondiente, o sea en el diario N° 33)
CAMARA DE DIPUTADOS
Sesión
del día 10 de junio de 1941
_______________________________________________
ACTA
Presidencia del Diputado doctor
Jacinto Ramírez Rausseo
__
Previo anuncio del quórum reglamentario, se abrió la sesión con asistencia del Primero
y Segundo Vicepresidentes, doctores Angulo Ariza y Carlos H. Aranguren,
respectivamente, y de los Diputados: Neri, Rodríguez Ortiz, Russo, Borges
Rodríguez, Tapia Encinozo, Osorio Calatrava, Régulo Pérez, Quintero García,
Oliveros, César Fernández, De Armas, Rosales Arangúren, Valera Hurtado,
Peñaloza, Zavarse de Lima, Escobar Lara, Cedillo, Lemoine, Medina G. Ramírez
Mc-Gregor, Schloeter, Guglielmi, Palacios, Corredor Tancredi, Duque Sánchez, Pérez
Salinas, Suárez Flamerich, Pacheco Miranda, Ortega, hijo, Moros, Ponce,
Morrison, Diez, Tinoco, Lander, Pereira, hijo, Orozco, Alvarez Marcano,
Graziani, García Delepiani, Pérez Alfonzo, Andrés Eloy Blanco, Berrizbeitia,
Atencio Urdaneta, Ruiz Fonseca, Valery Maza, Vegas, Santos Stella, Marsal
Zárraga, Rivas, Marín, Lara Peña, Prieto Rojas, Valero Escobar, Acosta Bello,
Caldera, Silva Uzcátegui, Montilla, Atencio Troconis, Francisco Urdaneta,
Delgado Chalbaud, Lozada Hernández, Mancera Galleti, Pedro Cruz B. y Ortega B.
Leída la minuta del acta de la sesión anterior,
fue aprobada sin modificaciones.
El Secretario dio cuenta:
1°.-Oficio del ciudadano Ministro de Relaciones
Exteriores, avisando recibo del que le envió esta Cámara trascribiéndole la
proposición del Diputado Guglielmi, y remitiendo 95 ejemplares del croquis de
la región del Río de Oro, e igual número de la Memoria Especial elaborada por
el mencionado Despacho sobre la controversia de Límites entre Venezuela y
Colombia.-(Recibo y archivo).
. . .
/ . . .
El presidente,
J. Ramírez Rausseo.
El Secretario,
Octavio lazo
CAMARA DE DIPUTADOS
Sesión
del día 6 de junio de 1941
_______________________________________________DEBATES__________
Presidencia del Diputado doctor
Jacinto Ramírez Rausseo
__
SUMARIO
1.-Apertura
de la sesión.-Acta anterior.
CUENTA
2.-Distribución.
3.-Número
reservado: Informe de la Comisión de sanidad y Asistencia Social, sobre la
solicitud de la señora Leonor Díaz de Morales.
4.-Número
reservado: Proyecto de ley Aprobatoria del Tratado de Fronteras y Navegación de
los ríos comunes, entre Venezuela y Colombia (remitido) por la Cámara del
Senado).-Exposición y proposición del Diputado Angarita Arvelo.-Debate.-Se
aprueba el Proyecto en primera discusión.-Así mismo se aprueba la proposición
Angarita Arvelo.- Clausura de la sesión.
__
1
EL PRESIDENTE.-Sírvase informar si hay quórum, ciudadano secretario.
EL SECRETARIO.-Hay quórum, ciudadano Presidente.
EL PRESIDENTE.-Se declara abierta la sesión.-(A
las 4 p.m.).-Sírvase darle lectura a la minuta de acta de la sesión anterior,
ciudadano Secretario. (Se lee: es aprobada sin observaciones).
EL PRESIDENTE.-Cuenta, ciudadano Secretario.
EL SECRETARIO.-Cuenta:
… / …
9°.-Oficio del ciudadano Presidente de la Cámara del
Senado, remitiendo a esta Cámara, para su consideración, el Proyecto de Ley
Aprobatoria del Tratado de Fronteras y Navegación de los ríos comunes entre
Venezuela Y Colombia, después de haber sufrido en aquélla las tres discusiones
de ley.-(Para después de la cuenta).
He terminado la cuenta, ciudadano Presidente.
… / …
4
EL PRESIDENTE.-Continúe, ciudadano Secretario,
con el siguiente número reservado.
(Se lee el Proyecto de Ley Aprobatoria del
Tratado de Fronteras y Navegación de los ríos comunes entre Venezuela y
Colombia, remitido por la Cámara del Senado después de haber sufrido las tres
discusiones reglamentarias).
EL PRESIDENTE.-De conformidad con el parágrafo
único del articulo 77 del Reglamento
Interior y de Debates, está en consideración del Cuerpo el Proyecto de Ley que
acaba de leerse, a los fines de su primer debate.-Tiene la palabra el Diputado
Delgado Chalbaud.
DIPUTADO DELGADO CHALBAUD.-Ciudadano Presidente:
Propongo que dicho proyecto de Ley se apruebe en primera discusión y siga su
curso reglamentario.
(Se lee la moción.-En consideración).
DIPUTADO ANGARITA ARVELO.-Pido la palabra.-
(Concedida).-ciudadano Presidente: Al ponerse en consideración este Tratado,
quiero referirme a él porque pone fin al viejo litigio entre las dos naciones;
Tratado que fue firmado recientemente, en acto trascendental y solemne, en la
histórica capilla de El Rosario, de Cúcuta, y que culminó con la memorable
entrevista de los dos Presidentes en el Puente Internacional.
Este Tratado, ciudadano Presidente, que liquida
nuestras viejas cuestiones territoriales con Colombia y concede el derecho a la
libre navegación de los ríos, es el punto de partida, o debe ser, para la
iniciación de un nuevo tratado comercial con la República hermana, o la
modificación sustancial del existente, que traiga como consecuencia un mejor
entendimiento a base de una política comercial entre los dos países, para
vigorizar de una manera efectiva los viejos nexos de amistad que nos han unido
y deben continuar uniéndonos.
Existe un Tratado Comercial con la
República de Colombia, que fue firmado en el año 1936 y que ha venido
prorrogándose año por año; pero este Tratado, en la hora presente, no
corresponde a su finalidad, o no llena las condiciones para traer un mayor o un
mejor beneficio a la economía de los dos pueblos.
Tengo, ciudadano Presidente, escrita una
exposición e este respecto, que considero de oportunidad introducirla, y que
concluya con una proposición que deseo formular ante esta Cámara. Ruego
ciudadano Presidente me dé permiso para leer esta exposición.
EL PRESIDENTE.-Puede darle lectura ciudadano
Diputado.
DIPUTADO ANGARITA ARVELO.- (leyendo).
Ciudadano Presidente:
Ciudadanos Diputados:
Es oportuno este momento en que la
Cámara discute el Tratado sobre arreglo de límites y libre navegación de ríos,
entre Colombia y Venezuela,
para demorar la atención sobre el problema del intercambio comercial entre los
dos países.
Estamos todos convencidos de que razones de
tradición histórica, y de defensa ante peligros comunes deparados por la
azarosa hora internacional, imponían la honorable y definitiva liquidación del
viejo diferendo fronterizo entre Colombia y Venezuela. La Entidad Federal que represento en esta Cámara-el Estado
Táchira-experimentaba más premiosamente aún que el resto del país la
necesidad de que se pusiese fin al infecundo mal entendido entre ambas Naciones.-No puedo, por
consiguiente, para ser consecuente con el pensamiento de los pueblos del
Táchira y con mi propia conciencia de venezolano, sino exteriorizar
satisfacción por la forma pacífica y decorosa como se solucionó el viejo
litigio.
Empero,
vivimos una época en que la amistad y la solidaridad de los pueblos se
estabilizan y devienen realmente eficaces cuando se cimientan sobre una
concreta base económica.-El intercambio comercial, realizado regularmente y con
beneficios bilaterales, es el instrumento indispensable para la paz estable y
el entendimiento constructivo entre las Naciones.
Estas consideraciones, valederas en todos los
tiempos, adquieren particular importancia en la coyuntura difícil que hoy vive
el mundo.-Como consecuencia de la guerra, y de las dificultades para
transportar mercancías por mares disputados entre los beligerantes, América
Latina ha perdido la casi totalidad de sus tradicionales mercados de consumo en
otros continentes.-Estados Unidos ha llagado a ser el único centro absorbedor,
en apreciables proporciones, de nuestras apreciables exportaciones agrícolas, pecuarias
y mineras. Al propio tiempo se dificulta progresivamente nuestra posibilidad de
aprovisionarnos, en la cantidad requerida por nuestras necesidades de consumo,
de la mercancía extranjera que antes importábamos. Las Naciones beligerantes
han dedicado su equipo industrial a producir material bélico, o a satisfacer
las necesidades de consumo de sus ejércitos. Y aún Naciones como el Japón y
Estados Unidos, que abiertamente no intervienen todavía en el conflicto armado,
reglamentan y entraban su comercio exportador.
Estos
cambios operados en la economía de los países con los cuales comerciábamos
coinciden, haciendo más difícil la situación económica de nuestros pueblos, con
las dificultades para el transporte marítimo.-La casi totalidad de los barcos destinados para al tráfico mercante ha
sido requisada por los Departamentos de guerra de los países bajo cuyas
banderas navegaban, para destinarlos a transporte de carácter militar. Particularmente se
ha reflejado este orden de cosas en la economía d una nación tan débilmente
exportadora, y de tan limitado desarrollo industrial interno, como lo es la
nuestra. De aquí que se imponga, imperativamente, la necesidad de que la Política Comercial de Venezuela se oriente hacia el
incremento de relaciones de intercambio con aquéllos
países del Continente americano con los cuales tengamos fronteras territoriales
comunes; y, por lo tanto, facilidades materiales para venderles y
comprarles.
En
el caso concreto de nuestra vecina Colombia, existe un modus vivendi comercial,
suscrito por ambas Cancillerías el 14 de marzo de 1936, y por el cual se ha
venido renovando de año en año.
Las estipulaciones fundamentales de este acuerdo
comercial Colombo-Venezolano son las siguientes:
1°-La importación, libre de todo gravamen, de la
sal venezolana, que se introduzca por la Aduana de Cúcuta, hasta la cantidad de
20.0000 sacos anuales de 60 kilogramos;
2°-La libre introducción de sal por la Aduana de
Arauca;
3°-La introducción, libre de todo gravamen, de
ganado venezolano al Departamento Norte de Santander, con destino a sus
cebaderos, hasta por la cantidad de 25.000 cabezas por año.
Además, de otras ventajas menores, Venezuela ha
concedido a Colombia, a su vez, lo siguiente: 1°-La supresión de todo impuesto
de tránsito sobre los frutos y mercancías
destinados a Colombia; y 2°-La equiparación, en cuanto al cobro de los
servicios prestados por el Gobierno, del comercio de tránsito con el comercio
nacional.
Las ventajas derivadas para ambos países
de este instrumento de Política Comercial son innegables.-En el caso concreto
venezolano, no bastaría sino recordar que nuestra venta de ganado a píe con
destino a Colombia había desaparecido completamente durante los cuatro años
inmediatamente anteriores a 1936, en que fue firmado el acuerdo de modus vivendi a que vengo haciendo
referencia. A partir de dicho arreglo-comercial- como muy bien se apunta en la
Introducción del Libro Amarillo de 1941-aparece en nuestras estadísticas
oscilando alrededor de los 7.000.000 de kilogramos anuales la venta de ganado
nacional con destino a Colombia.
No obstante, es evidente que el proceso de
intercambio comercial entre los dos países acusa, en los últimos años, una
línea de descenso, más que de intensificación.-Con acopio de cifras
estadísticas resulta fácil demostrarlo. En 1939, importamos de Colombia
mercancías por valor de 909.000; y exportamos Bs. 1.482.000, quedando un saldo
favorable a Venezuela, en la balanza comercial entre los dos países, de
573.000, y en 1940, la importación se redujo a Bs. 753.000, la exportación a
Bs. 874.000, y el saldo favorable a Venezuela fue de Bs. 121.000,
aproximadamente menor en unas cinco veces que el año precedente.
En el caso concreto de la exportación ganadera,
este proceso merma de nuestras ventas anuales a Colombia, se puede apreciar muy
gráficamente.-En cifras redondas vendimos a Colombia, en 1936, seis millones de
kilogramos; en 1937, siete millones de kilogramos; en 1938 hemos perdido los
mercados de Barbados, Curacao y La Guayana Francesa; que en 1940 fue nula la
exportación a Martinica, y que en ese mismo año experimentó una violenta merma
la exportación a Aruba y Trinidad.
Si agregamos a todo esto que Venezuela, como lo
señala también la introducción del Libro Amarillo de 1941, no aprovecha todavía
la concesión que hace Colombia a La sal venezolana, resulta fácil deducir que
ambos países no están beneficiándose, en la proporción deseable, de sus
posibilidades de intercambio comercial.
Indudablemente que el mayor obstáculo que ha
influido en esta atenía del comercio colombo-venezolano lo constituye el alto
valor de nuestra moneda que dificulta de manera alarmante nuestra exportación.
Y se impone buscar una fórmula que vadée esta dificultad.-Bien podría ser tal
fórmula la de establecer un sistema de trueque, o de compensación, que facilite
el intercambio de mercancías entre los dos países reduciendo al mínimum la
función que desempeña la moneda, de metal o de papel, en este tráfico comercial.
Surgirá la objeción de que economías similares,
como son las de Colombia y Venezuela, tienen dificultad para cambiar cosas por
cosas, debido a que las producidas allá son similares a las forjadas por el
empeño creador del venezolano. Pero se olvidaría, al sustentarse tal criterio,
que Colombia es aún mercado seguro y de extensión por sus ocho millones de
habitantes, no sólo para el ganado y la sal de Venezuela, sino también para el
cacao y otros productos de la agricultura y de la cría nuestras. Y también se
olvidaría que Colombia ha experimentado, en los últimos años, ininteresante
cambio de su dinámica economía, transformándose de país exclusivamente agrícola
en nación manufacturera, apta no sólo para saturar su mercado interno de
diversas mercancías elaboradas, sino también para exportar.
Con relación a esto que acabo de afirmar, vale
la pena referirse, aun cuando sea de paso, al problema del contrabando en el
Táchira, y los demás Estados de la Cordillera.-El tráfico ilícito de mercancías
continúa, perjudicando al comercio y al fisco, no obstante las medidas de
previsión adoptadas por la policía de fronteras, y de que está vigente un
acuerdo colombo-venezolano sobre represión del contrabando.
Esta persistencia del contrabando fronterizo
tiene igual causa a la notada anteriormente, es decir, el alza de nuestra
moneda, que facilita la adquisición de mercancías en Cúcuta, muchas de las
cuales son de uso y de consumo producidas
en Colombia, las que resultan, naturalmente, a precios sensiblemente más bajos
y de calidad muchas veces superior que las que pueden ofrecer el comercio y la
industria nacionales.
Podría pensarse en una fórmula de intercambio
comercial entre Venezuela y Colombia que permitiera el trueque de una parte de
nuestros saldos exportables, agrícolas y pecuarios, por aquellos productos
manufacturados que ya es capaz de exportar Colombia, y que no se producen en
Venezuela, o se producen en condición insuficiente para saturar cabalmente
nuestro mercado de consumo.-En esta forma se estimularía el comercio
colombo-venezolano. Se tonificaría la economía natural de Venezuela,
especialmente la de las agobiadas regiones andinas; y se lograría una efectiva
disminución del ilícito contrabando realizado a través de la frontera.
No ignoro que el Gobierno Colombiano está
constreñido por el texto mismo de la Ley que lo autorizó para pactar con
Venezuela el acuerdo de modus vivendi
comercial. Empero, entre las cuestiones adecuadas
para el logro de los fines que persigo, extraños a todo interés personal o
regionalista, y sólo animado de un deseo de fomento de la riqueza pública del
país, estaría la de solicitar, por la vía diplomática que el Gobierno de
nuestra vecina República recabe del Poder Legislativo la dictación de una Ley
ampliadora de las actuales atribuciones para negociar con el Estado Venezolano
en el plano comercial.
Por otra parte, se daría plena satisfacción al
espíritu del artículo tercero del Tratado de Fronteras y ríos comunes entre
Venezuela y Colombia, cuyo texto es el siguiente: “Las dos Altas partes
Contratantes procederán a la mayor brevedad posible a negociar y celebrar un
Tratado de Comercio y Navegación fundado en principios de amplia libertad de
tránsito terrestre y navegación fluvial para ambas Naciones, con la mira de
regular su comercio recíproco y un Estatuto Fronterizo sobre bases que
estimulen y fortalezcan la amistad y la economía de sus dos Pueblos.”
Y, concluyo, haciendo formal proposición de que
la Cámara envíe esta exposición al Ejecutivo Federal, por intermedio del
Ministerio de Relaciones Exteriores, Despacho Ejecutivo al que compete la
conducción de la Política Comercial de la Nación. Y que la Cámara haga constar,
al mismo tiempo, la simpatía con que vería el más acentuado e inmediato
reajuste de las relaciones comerciales colombo-venezolanas, sobre bases de una
mayor conveniencia mutua.
__
EL PRESIDENTE.-Sírvase darle lectura a la
proposición del Diputado Angarita, contenida en la exposición consignada en
Secretaría, e informar igualmente si tiene apoyo a la proposición.
EL SECRETARIO.-Está apoyada, ciudadano
presidente.
(Se lee.- En consideración).
EL PRESIDENTE.-Tiene la palabra el Diputado
Guglielmi.
DIPUTADO GUGLIELMI.-Ciudadano Presidente:
Condicionalmente voy a apoyar la Proposición que hizo el Diputado Delgado
Chalbaud para que se apruebe en primera discusión el tratado sobre demarcación
de fronteras y navegación de los ríos comunes entre Venezuela y Colombia; y
digo condicionalmente, porque, ante todo, yo
no puedo evadir el deber en que estoy por hacer algunas observaciones al
respecto, ya que en este caso se trata de la Patria misma, a la cual debemos
estar siempre consagrados en espíritu y en verdad.
Por
más paradójico que parezca, el problema de mayor importancia internacional que
haya tenido Venezuela, éste de la demarcación de sus fronteras con Colombia, es
también el que ha permanecido en un grado de máxima ignorancia para nuestro
pueblo, para casi toda la opinión nacional.
A través de un siglo largo la República se ha
encontrado a ciegas en la enorme extensión de sus dominios, sin saber cuáles
eran todos los que la integraban, ni cuántos de ellos se le reclamarían como
ajenos; y a través de ese siglo largo, llegaron a su colmo algunos pactos y
actos de alinderamiento entre Venezuela y Colombia, iniciados siempre a puertas cerradas en las Cancillerías,
y luego de consumados como “entre un
vasto silencio de Leones”, silencio que tan grato y propicio fue para todo lo
que se hizo en este país desde 1909 hasta 1935.
Cuando por el año 1922 vino el árbitro suizo a
verificar el deslinde y amojonamiento de la frontera en el tercer sector, yo
tuve ocasión, por la especial circunstancia de hallarme para aquella época,
como agricultor, establecido en un campo limítrofe, tuve ocasión, digo, de
prestar a la Comisión Venezolana de Límites, y de la manera más gratuita, el
aporte que se me pidió para ayudarla en el cumplimiento de su delicada misión.
Días hubo en que tuvimos que hasta de noche, yendo precipitadamente de una a otra
zona. Recuerdo que en os croquis, una se denominaba la zona roja y otra la zona
amarilla; y que alguna vez, tras una rápida marcha a caballo, lejos de poder
entregarnos al reposo nocturno, la aurora nos sorprendió terminando de escribir
los informes que de mí esperaba la Comisión Venezolana en un momento
importantísimo.-En un momento
importantísimo, son palabras textuales de la correspondencia que conservo
del muy distinguido abogado de la Comisión Venezolana de Límites. Y fue
entonces cuando tuve oportunidad para ver allá mismo, que, por más que todas
las exploraciones y todos los justificativos y todos los estudios fueron hechos
sobre el terreno y suministrados a tiempo, entre la línea divisoria que
encarnaba el desiderátum de Venezuela
y la línea divisoria que representaba las pretensiones de Colombia, la que vino
a triunfar en gran parte fue esta última.
La demarcación establecida en ese sector de la frontera, o sea, el
territorio comprendido entre la quebrada de Don Pedro y Las Fuentes de la
China, es la demarcación más estrambótica de que quizá algún día tenga que
arrepentirse Venezuela y Colombia. No tiene razón de ser dentro del
ordenamiento internacional de los límites arcifinios; no tiene razón de ser, mucho
menos, dentro del sistema de amplias concesiones en que vino a parar, o a
rematar, o a culminar, como quiera decirse, el antiguo litigio
Colombo-Venezolano.
Pensad,
en un límite que viene por el cauce de un río, el río Táchira, y que de súbito,
en donde desemboca una quebrada, la quebrada de Don Pedro, tuerce por el lecho
de ésta para subir casi en ángulo recto hasta la cima del cerro de “las
Dantas”; y, tras seguir bordeando otro cerro, el cerro de Mucujún, por los
derrames del lado acá, y con vistas nada menos que del Lago de Maracaibo,
vuelve ese límite a caer en el mismo cauce del río donde se desvió. Es una enorme
cuña triangular introducida en las propias entrañas de la tierra del Táchira, a
una altura como de 1.600 metros sobre el nivel del mar.
Para
dar a los ciudadanos representantes del pueblo una idea más gráfica, más
accesible a sus ojos en estos mismos momentos, voy a poner de comparación o
siguiente:
Imaginad
un límite internacional que viniese por el cauce del Guaire, desde sus
cabeceras, y que, al llegar al píe del costado izquierdo de la ciudad de
Caracas, se desprendiese hacia el Norte, para trepar por un flanco de “El
Avila”, y luego, siguiendo por todo el vértice de éste, volviese por el costado
derecho de Caracas caer en el mismo cauce del Guaire.
En un caso así como el que dejo
diseñado, y aún comparado por lo que respecta entre Táchira y el Departamento
Norte de Santander, puede decirse que se incurrió en una intrusión
geográfica contra Venezuela, cualesquiera que sean los argumentos
históricos que alegase Colombia a su favor.
Más dejemos a un lado los hechos ya cumplidos. Aquí
está ahora sobre la mesa el nuevo Tratado que han celebrado Venezuela y
Colombia, el cual constituye una ratificación de los pactos anteriores y la
última solución de los problemas limítrofes que aún estaban pendientes.-En el
artículo 1° de este instrumento internacional, que ha venido para recibir la
aprobación del Congreso de los Estados Unidos de Venezuela, se ve claramente
que son dos las secciones en las cuales se da por definido todo lo que en materia
de límites constituía diferencia entre ambos países. Son dos secciones a cual
más importantes. Verdaderos arsenales para juntas Repúblicas. Ríos fecundos, tierras fantásticas y aptas para todas
las explotaciones agrícolas e industriales, no sólo en lo que concierne a la
superficie, sino al subsuelo también, quizá más al subsuelo que a la
superficie. Y como veo
que este Tratado no viene acompañado del Mapa citado en el primer parágrafo del
artículo 1°, y considerando que, aunque en el
Libro Amarillo presentado al Congreso Nacional por el señor Ministro de
Relaciones Exteriores se ha hecho un largo recuento sobre los antecedentes y la
solución de los problemas de la frontera, éste no es suficiente para dar una idea
concreta de los puntos en referencia, y en vista de que, como lo creo, la casi
totalidad de los ciudadanos Diputados no conocen personalmente las dos
secciones tan importantes de que se trata, yo voy, a lanzar a la conciencia
honrada de los representantes del pueblo venezolano, que han venido aquí por la
patria y por la patria, esta interrogación: ¿Vamos a aprobar así el tratado?
De
mi parte considero indispensable que, primero, se nos documente en forma más
amplia y precisa; que se nos presente ese mapa en donde se determine la
frontera ya convenida entre ambos países, y se señalen, además, aquellas
extensiones de territorio que hayamos ganado o perdido, una u otra cosa, desde
el punto de vista de las pretensiones que en materia de limites venía
sosteniendo Venezuela.
En
tal virtud, voy a hacer, con carácter de previa, una proposición, que pasaré
escrita a la mesa.
Y, para
terminar, agregaré que si aquí
siquiera se nos hubiese puesto a la vista un tablero o pizarrón en donde
apareciese diseñado el nuevo Mapa de Venezuela, yo, en estos momentos,
recordando todo lo que en el pasado fue dolor y amargura para nosotros por
cuestiones de límites, me acercaría hasta ese mapa
para señalarlo ante los ciudadanos representantes del pueblo, y decirles algo
en lo cual creo que todos estarán de acuerdo conmigo: “Este es el cuerpo
sagrado de la Paría,-os diría-, y en lo sucesivo ella no llegará a crecerse en
su superficie en su superficie por acciones de conquista contra ninguno de los
países vecinos; pero tampoco se reducirá ya más por actos de
entreguismo en sus fronteras”.-(Aplausos).
EL
PRESIDENTE.-Sírvase darle lectura a la proposición del Diputado Guglielmi,
ciudadano Secretario.
EL SECRETARIO.-El Diputado Guglielmi, con
carácter previo, hace la siguiente proposición: que la Presidencia de esta
Cámara se dirija por el órgano respectivo al Ejecutivo Federal excitándole a
enviar, para la segunda discusión de esta Ley, una copia del mapa a que se hace
referencia al final del primer párrafo del artículo 1° del presente Tratado, en
el cual mapa, xxxx
más de la demarcación de las fronteras convenidas
en la segunda y quinta sección, deben señalarse también, gráficamente, aquellas
extensiones del territorio que hayamos ganado o perdido desde el punto de vista
de las tesis que en esta materia de límites sostenía Venezuela.
EL PRESIDENTE.- ¿Está apoyada la proposición del
Diputado Guglielmi, ciudadano Secretario?
EL SECRETARIO.-Está apoyada, ciudadano
Presidente.
EL PRESIDENTE.-Está en consideración de la
Cámara.-Tiene la palabra el Diputado Diez.
DIPUTADO DIEZ.- Ciudadano Presidente: Honorables
colegas: He oído con atención, con la atención que merece el importante asunto
a debatir, la palabra emocionada del Diputado Guglielmi. Soy Incapaz de negar
el sentimiento patriótico que inspira su disertación. No sólo soy incapaz de
negar ese sentimiento, sino que lo reconozco y lo aplaudo sinceramente.
Pero he leído en la Memoria del Ministerio de
Relaciones Exteriores, presentada a la consideración del Congreso Nacional,
Memoria que ya fue estudiada y aprobada, algunas explicaciones sobre el Tratado
de Límites entre Venezuela y Colombia. Y como creo también en el patriotismo
del Canciller venezolano que intervino en la negociación de ese Tratado, me voy
a permitir hacer algunas consideraciones acerca de las negociaciones entre
Venezuela y Colombia, basándose en la exposición del doctor Esteban Gil Borges.
Después de la disolución de la Gran Colombia,-dice el doctor Esteban Gil
Borges, y ello es histórica y rigurosamente cierto-, Las Repúblicas que la
integraban, Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, se acordaron en una doctrina
para definir y luego demarcar los límites que debían separar sus debidos
territorios. Esa doctrina es la que
se conoce en el Derecho Internacional Americano con el nombre de Uti possidetis de 1810 y, conforme a
ella, cada Estado entraría en
posesión real de los territorios que venía poseyendo de jure, en virtud de actos reales desde la época colonial.
Los títulos
en que se basaban las pretensiones de los Estados no eran siempre claros.
Había un desconocimiento casi total de la
geografía de esos territorios. Y por ello los Estados entraron en negociaciones para
fijar, conforme a los títulos, las líneas del Uti possidetis.
Entre Venezuela y Colombia esas negociaciones
empezaron el año de 1833; y no habiendo podido llegarse a conclusiones
satisfactorias, resolvieron los
Gobiernos de ambos países someter la negociación al arbitraje del Rey de
España, en 1881.
Advierto
que, por lo que respecta a la sección segunda de la frontera
Colombo-Venezolana, y a la cual se concreta el artículo 1° del Tratado que ésta
en consideración de la Cámara, nunca hubo divergencia entre Colombia y
Venezuela. Así lo manifestaron ambas naciones en sus alegatos ante el Rey de
España y ante el árbitro suizo.
El laudo del Rey de España fijó, pues, la frontera en
esa sección, de acuerdo con los alegatos, de Venezuela y Colombia. Y fue el año
de 1932, cuando las Comisiones designadas por ambos países procedieron a la
demarcación de la frontera en el propio territorio, cuando surgió la diferencia que tiende a
solucionar este tratado en su artículo 1°.
Se encontraron las Comisiones de
1932 que el Río de Oro es un sistema fluvial que se divide en un determinado
punto, se bifurca, se diversifica en varios afluentes, en varios ramales.
Especialmente
hay un punto en que el Río de Oro se bifurca en sentido Norte y en sentido
Sur-Oeste. Se había perdido,
pues, la línea que servía para la demarcación real de la frontera entre
Colombia y Venezuela, y era necesario precisar el curso principal del Río de
Oro.
Los elementos necesarios para determinar el
curso del río principal, cuando se divide en varios ramales, son de orden
jurídico, de orden geográfico, de orden histórico y de orden técnico. Venezuela, basándose en razones de orden
físico, que son las más acordes con la naturaleza, sostuvo que el curso
principal del Río de Oro debía ser el ramal Sur-Oeste, porque era éste el más
caudaloso, porque su ángulo de deflexión era menor, y porque su curso indicaba
que era la continuación natural del tronco del Río de Oro. Colombia, basándose en razones
histórico-geográficas, sostenía que el curso principal del Río de Oro era el
Ramal del Norte, porque, históricamente, siempre se había reconocido ese ramal
como el Río de Oro; y aducía otras razones interpretando el
Laudo del Rey de España y el del árbitro suizo. Ante este inconveniente, pues, los dos Gobiernos
señalaron una línea equidistante de las líneas de pretensiones de los dos
países; y escogieron para indicar la frontera, en esta sección, el río que se denomina Intermedio o Duda.
Dice el doctor Esteban Gil Borges, en la
exposición de la Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, que ésta es
la línea que conviene más a los intereses nacionales y que satisface las
aspiraciones de los dos países.
Por lo que
respecta a la región del Tama-Oirá,
que es la segunda parte de la demarcación de la frontera que contempla este
tratado, dice también el Doctor
Esteban Gil Borges que se había suscitado entre la Gobernación de Caracas y
Barinas una controversia de Límites por la posesión de la Villa de San
Jaime. La Provincia de Barinas llevó asunto al conocimiento de la
Audiencia de Santa Fé, la cual falló a favor de Barinas; pero, luego, el
consejo de Castilla falló a favor de la Provincia de Caracas y le restituyó la
posesión de la Villa de San Jaime. Procedieron después ambas provincias a
fijar sus respectivos límites de acuerdo con esa decisión. Los límites fueron fijados por una real orden
de 1786. Mas tarde, con la disolución de la Gran Colombia,
Venezuela y Nueva Granda acataron esa orden real de 1786 para establecer los
límites entre la provincia venezolana de Barinas y la provincia Granadina de
los Llanos de Casanare. Se
recurrió al mismo procedimiento de la designación de la Comisiones por parte de
ambos Gobiernos; y la Comisión técnica designada en el laudo del Rey de
España informó que los puntos a que hacía referencia la real orden de 1786 eran
completamente desconocidos en el territorio. Y de acuerdo
con un informe de esa misma Comisión, el Rey de España trazó los lineamientos
para establecer la frontera de esta región. Por fin, Creo que en el año
1901, después de haber sido nombradas diversas Comisiones, la de Venezuela y la
de Colombia se acordaron respecto a la demarcación de la frontera en esta
sección, y firmaron el Acta del Paso del Viento.
Manifiesta también el Doctor Gil Borges, en la
Exposición de su Memoria, que la línea reconocida en el Acta que firmaron las
dos Comisiones, la Colombiana y la Venezolana, en esa oportunidad, es la que
satisface mas las aspiraciones de la Nación venezolana, porque es la que se
halla mas conforme y mas próximas a la primitivamente fijada por el Rey de
España en su laudo.
A este respecto he extractado de la Memoria del
Ministro de Relaciones Exteriores un párrafo que ruego al ciudadano Presidente
permítame leerlo.- (Asentimiento).-
Dice así “Esas actas (la firmadas por la Comisión en el Paso de Viento) fueron
aprobadas por dos Gobiernos. Los mapas en que se trazó ese sector de la
frontera fueron también confirmados por los Gobiernos. Los mapas de
Venezuela y de Colombia han reproducido ese trazo como el límite entre los dos
países.- Venezuela y Colombia han poseído durante medio siglo de buena fé los
territorios señalados en el laudo, su mapa y las Actas y Cartas de las
Comisiones. Alterar
esa situación envolvería una grave cuestión territorial y una más grave
abrogación del principio del carácter definitivo de los actos de las
Comisiones. El abandono de ese principio de irrevisibilidad, que ha sido
fundamental en la demarcación y que fue consagrado por el Pacto Reglamento del
Laudo, inmediatamente haría discutible otras situaciones análogas que amparadas
por el principio de la intangibilidad de las decisiones acordes de las
Comisiones, son ahora seguras, inmutables y perennes”.
Según la exposición del doctor Gil Borges, en la
delimitación de la frontera en esta región ha triunfado la tesis sostenida por
la Cancillería venezolana.
Ahora bién, como lo dijo el Diputado Guglielmi, nosotros no conocemos exactamente
los territorios en disputa entre los dos países; y por esa razón, yo apoyo su
petición en el sentido que se solicite la presentación del mapa a que se
refiere el Tratado, para el mejor estudio de los Diputados, ya que se trata de
un asunto de vital importancia en el que está envuelta la integridad y la
dignidad misma de la Patria. Pero me permito excitar a mis colegas de
Cámara para que examinemos ese Tratado y revisemos esos mapas con el ánimo
sereno, desprovistos de todo apasionamiento.
Yo tengo fe en que los venezolanos que han
intervenido en la preparación de este tratado quieren tanto a Venezuela como
nosotros mismos. Nadie,
me parece, puede dudar del patriotismo del Canciller Gil Borges ni del
patriotismo del General López Contreras, en cuyo ejercicio presidencial se
llevaron a cabo las negociaciones que culminaron con la firma del Tratado
Colombo-Venezolano.
DIPUTADO CALDERA.- Ciudadano Presidente y
honorables colegas: He pedido la palabra para apoyar la proposición del
Diputado Guglielmi.
Me parece
inconcebible que se envíe a la representación nacional un Tratado de carácter
definitivo como éste, en el cual anuncia un mapa, y que ese mapa, es decir,
siquiera una referencia objetiva, no sea
llevado al conocimiento de los representantes del pueblo.
Comprendo que el momento actual no es propicio
para la discusión de problemas internacionales entre los pueblos de
América. Esa discusión ha debido llevarse siempre de un tono altamente
cordial; y me enorgullece consagrar aquí, como representante del pueblo de
Venezuela, que el pueblo de Venezuela no se ha salido nunca un ápice de ese
terreno de cordialidad absoluta, aún cuando se ventilaban problemas
fundamentales para la Patria. Comprendo, pues, que el momento no es
propicio para ventilar estas cuestiones. Se trata de peligros que
amenazan de manera general a todo continente americano. Se proclama, y es
justo, un sentimiento de fraternidad y de unión entre los pueblos de una misma
raza y de un mismo espíritu. Con mayor razón debe preconizarse un
espíritu de acercamiento hacia la República de Colombia, pueblo hermoso no sólo
por la raza y por la tradición, sino por la historia de los días más dolorosos
y más glorioso del continente americano. Debemos tender el brazo, sí, a
la República de Colombia; pero es de
lamentarse que cuando le tendemos el brazo no lo hagamos con un conocimiento
absoluto, por parte de todo nuestro pueblo, conocimiento que si ha tenido de
todo momento la hermana República de Colombia.
Recuerdo yo, honorables colegas, que me
causó profunda tristeza leer en la relación cablegráfica el acto de toma de
posesión del Doctor Eduardo Santos, actual Presidente de la República de
Colombia. Y, digo que me causó enorme
tristeza, porque vi cómo allá el Presidente del Senado, cuando iba a proceder a
tomarle el juramento, y al expresarle en un discurso los problemas
fundamentales del país, señaló como uno de los más trascendentales el
problema de límites con la República de Venezuela. En cambio, por un desconocimiento suicida,
por un sentido romántica de fraternidad, muy distante del que debe reinar entre
pueblos que se respetan y se quieren, y que de ser el de una hermandad sincera,
en Venezuela quien mencionaba el problema de límites con Colombia era “un estridente que estaban provocando
problemas”, era “un hombre aislado de las necesidades de la época”, era
“alguien que no tenía visión de la realidad continental”.
Yo creo que el Doctor Gabriel Turbay, para entonces
Presidente del Senado de Colombia, hizo bien en señalar al Doctor Eduardo
Santos, en momento tan grave y ante la expectativa de todo el pueblo
colombiano, la urgencia de aquel problema, desde luego que se estaba ventilando
un elemento básico de la soberanía. Pero debo lamentar, en este
momento en que se va a dar un paso decisivo, que esa actitud no haya
correspondido a la actitud del pueblo venezolano. No quiero censurar
solamente al Gobierno sobre este problema. Ha sido una actitud colectiva
suicida.
Con varios directores de periódicos he cruzado
opiniones al respecto; y todos nuestros diarios han sido de opinión que el
menor artículo, o la menor línea, o la menor sugestión sobre un problema
territorial con Colombia, era comprometer nuestras relaciones internacionales y
meternos en un sendero de luchas estériles. “El
Tiempo”, “El Siglo”, los mejores rotativos de la capital Colombiana y de todos
los pueblos de Colombia si han ventilado ese problema; y el pueblo
colombiano sabe qué es lo que da y lo que le quita este Tratado.
Y la
prensa colombiana, que unánimemente lo ha aplaudido, conoce bien el terreno
sobre el cual pisa. Y
en cambio, nosotros, los representantes del pueblo de Venezuela, ni siquiera
nosotros, que deberíamos estar enterados al detalle de todo, conocemos a
cabalidad este problema; es decir, no tenemos ni aún una mezquina referencia
objetiva de un mapa que nos señale la nueva línea y nuestras aspiraciones
anteriores.
Ha sido, honorables colegas, un vicio
venezolano. No creo que la culpa sea propiamente los gobernantes; pero,
en este caso, se ha dado al Tratado la característica de un hecho cumplido;
es un hecho cumplido.- El abrazo de los dos presidentes en el Puente
Internacional Bolívar y bajo el retrato del Libertador, es un hecho ya del cual
no podemos volvernos atrás. Esta es la realidad.
Si
apoyo la proposición del Diputado Guglielmi es, sencillamente, por una noción
de pudor parlamentario, porque no podemos aprobar el Tratado sin conocerlo
siquiera. Pero la
realidad que todos conocemos es la de que este Tratado es un hecho cumplido
y
ese hecho cumplido no debió haberse realizado sin que Venezuela estuviera
enterada de él.
Animados de muy buen espíritu y de un enorme
fervor de solidaridad continental, nuestros gobernantes fueron a la frontera;
pero, en mi concepto, fueron precipitadamente. No porque no se ha debido
poner fin de una vez a todo diferendo, a todo diferendo que, por lo demás, por
parte de Venezuela, no ha tenido nunca el carácter de una contienda, ni de una
discusión amarga y acre, sino solamente de un intercambio cordial de opiniones
y de puntos de vista entre las dos Repúblicas; pero sí en el sentido de que al poner ese punto final, el punto final
debía estar no solamente en la solemnidad de los tratados, sino también en la realidad mas honda del pueblo integro de
Venezuela.
Quizá muchos venezolanos, quizá algunos de los
representantes que en este hemiciclo estamos, habríamos deseado que esta vez la
fraternidad entre ambas Repúblicas fuera sellada con un
gesto magnánimo de nuestra hermana República de Colombia.
Ya hemos sido nosotros magnánimos
en muchas ocasiones. Todos
sabemos cómo se ha ido cercenando en los mapas la cabida de nuestro territorio.
Entre hermanos, justo es que se dé unas veces
de una parte y que otras veces se dé de la otra.
Aislado del menor sentimiento de inquina o de
resquemor contra el pueblo de Colombia, animado del mas firme espíritu de
cordialidad y del mas hondo deseo de nuestras relaciones internacionales sean
francas, cordiales y unidas; fervoroso defensor como soy de la necesidad de un
concepto de la América Ibera unida, firme en sus tradiciones y en sus
contenidos básicos, defensora de los principios que le dieron ser y muy por
encima de pequeñas y mezquinas diferencias, yo amigo de la República de
Colombia, que, en este caso, se hubiera tendido la mano de allá de una manera
más amplia y más cordial; y que ya que sabemos que Venezuela no ha estado bien
defendida por culpa de los vicios que le han minado internamente, por razón de
las difíciles circunstancias políticas que ha atravesado, era de la
conciencia de los gobernantes y del pueblo de Colombia llegar en este momento a
decir: “Para que echemos la base definitiva de una amistad sincera, nosotros,
el pueblo de Venezuela, tendemos aquí siquiera un símbolo de reivindicación”.
Nosotros estamos dando la libre navegación de nuestros ríos.
En el tratado se habla de ríos comunes, y bien sabemos que todos esos ríos
comunes están en nuestro territorio. Esa navegación libre es de beneficio para ambos países. Lo sé y lo defiendo. Pero es innegable que el beneficio para Colombia es mucho
más grande que el beneficio para nosotros. Si Venezuela se acerca a conceder esta honda y
tradicional aspiración del pueblo de Colombia, era justo que el pueblo de Colombia
hubiere tenido para Venezuela, no sólo el gesto simbólico de acercarse al
Puente Internacional que une nuestras patrias, sino también el gesto positivo
de reivindicar en algo todo un pasado doloroso que hemos sufrido nosotros.
Yo lamento, pues, que hayamos sido
victimas, una vez más, de una política cerrada que no debe tener lugar en
asuntos internacionales.
No quiero personificar en los gobernantes, en
gobernantes que, en muchos otros aspectos, me han marcado abiertamente elogios
y defensas; no quiero personificar en el General López Contreras, cuyo balance
favorable a defendido en este mismo Congreso, ni el Doctor Esteban Gil Borges,
a quien reconozco como uno de los hombres mas capacitados y más honesto de
nuestro país; pero quiero generalizar este llamado
hacia los que vayan a personificar en el futuro nuestras relaciones
internacionales, para que, en lo sucesivo,
se abstengan esta política de puerta cerrada, que ellos, desgraciadamente,
personificaron en el presente caso; para que, en lo sucesivo, nuestros
asuntos básicos se tramiten tratándolos primero en la conciencia del pueblo y
llevándolos luego a los papeles: a fin de que no suceda lo que va a
suceder en este caso, que venimos animados, sí, de un firme espíritu de
solidaridad continental, animados de un ferviente deseo de cordialidad con la
República de Colombia al ratificar este Tratado, pero llevando en nuestros corazones un
profundo dolor por no haber logrado en él lo que debió lograrse; por no haberlo discutido como debió
discutirse, por no haberlo conocido y comentado nosotros como debió comentarse.
Este
llamado es para todo el pueblo de Venezuela. Para sus periodistas en gran parte; es necesario que nuestra prensa enfoque
estos problemas y los analice. Que no tome como violencia u ofuscación lo que se diga por el
esclarecimiento de nuestros problemas;
que no vea como mezquindad lo que se
alegue en la defensa de nuestros territorios, que no considere como una
tendencia de enemistad hacia la solidaridad americana, toda explicación que se
haga en la defensa de los intereses venezolanos. Son muchos los venezolanos aquí, que tienen nexos hondos con la
República de Colombia. Y estoy seguro de que algunos de ellos, con el
cariño más hondo hacia aquella patria, habrían deseado un esclarecimiento
más pleno y más diáfano de este asunto.
Por estas razones, ciudadano
Presidente y honorables colegas, yo voy a apoyar la proposición del Diputado
Guglielmi, siquiera para que llenemos
la fórmula de ver en el mapa el Tratado que vamos a considerar, y voy a lamentar
nuevamente que se nos haya traído aquí en esta forma precipitada y que no nos deja campo para discutir de
una manera libre, honrada y cordial, un problema de tanta trascendencia para el
país.- (Aplausos).
EL PRESIDENTE.- Ciudadano Secretario, Sírvase
darle lectura nuevamente a la proposición de Guglielmi.
(Se lee nuevamente la proposición de Guglielmi).
EL PRESIDENTE.- La Presidencia se permite hacer del
conocimiento del Cuerpo, y en especial del Diputado proponente, que, tal vez
por una inadvertencia, la Cámara del Senado no hizo remisión, junto con el
Proyecto de Ley Aprobatoria, del mapa respectivo. En virtud del debate
suscitado, la Presidencia se dirigió a la Cámara del Senado, a objeto de tomar
datos sobre el particular, y la Cámara del Senado ha hecho envío del mapa al
cual se refiere el proponente Guglielmi. De manera que, consignado éste,
cada uno de los Diputados puede pasar por la Secretaría a estudiarlo.
DIPUTADO GUGLIELMI.- Pido la palabra.-
(Concedida).- Ciudadano Presidente: Para una aclaratoria solamente. Es para saber si en
el mapa vienen señaladas gráficamente las extensiones de territorio ganado o perdido, según la
demarcación de la frontera.
EL PRESIDENTE.- No puedo informar sobre el particular, porque, en este momento acaba de
llegar el mapa, como lo advertí anteriormente.
DIPUTADO GUGLIELMI.- Entonces, dejo pendiente mi proposición, y
más bien la modifico en el sentido de que remitan a la Cámara varias copias de
ese mapa.
(Se lee esta moción).
EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado
Lara Peña.
DIPUTADO LARA PEÑA.- Ciudadano Presidente:
Honorables colegas: Quiero empezar esta disertación
sobre el Tratado de Límites entre Venezuela y Colombia consignando aquí, de la
manera más acre posible, mi reprobación
a la política tradicional de la Cancillería venezolana por haber mantenido en
un secreto riguroso, y contra la conveniencia de los intereses venezolanos, al
través de gran parte de la historia de este litigio de límites, el problema
mismo que se discute. Aquí, si se hubiera cambiado
esa política de la Cancillería, no estaríamos viendo el triste espectáculo que
estamos presenciando en estos momentos, de que los representantes del
pueblo venezolano se reconozcan así mismos carentes de la información
suficiente sobre problema tan trascendental y sobre capítulo tan importante
de la historia patria, como lo son nuestras relaciones con Colombia.
Este Tratado, que hoy se somete a la
consideración de la Cámara de Diputados, tiene dos partes y dos aspectos desde
los cuales se le puede juzgar.
El primer
aspecto, como una política de acercamiento hacia el país hermano y como
iniciador de una política de comprensión entre las Repúblicas
Hispano-americanas, a base de unas mayores y fructíferas relaciones
económicas. Desde este punto de vista son indudables los beneficios que
tiene el Tratado. Pero necesario es hacer el recuento a través y también
verlo desde el punto de vista geográfico, y entonces encontraremos que,
de acuerdo con la tramitación que se le ha hecho al problema de límites con Colombia,
este Tratado es muy poco lo que da a ganar a Venezuela.
Como bien lo hizo notar a la Cámara el
Diputado Diez, la controversia limítrofe entre Colombia y Venezuela data desde
el inicio mismo de la República de Venezuela como independiente de la Gran
Colombia. En el año 1833 concertó nuestro representante don Santos
Michelena en Bogotá, el Tratado que ha sido hasta ahora el más
ventajoso para la República, y que ninguno de los gobernantes ha logrado
mejorar. Este
Tratado fue vetado por el Congreso venezolano, no como se dice por simples
manejos políticos, sino por juzgar
que no llenaba a cabalidad las aspiraciones territoriales de la República.
A través
de esta larga disputa, múltiples negociaciones diplomáticas se hicieron entre
Venezuela y Colombia, y todas ellas vinieron a culminar en que no fue posible
un arreglo diplomático, sino someter el diferendo limítrofe a la jurisdicción
del rey de España. Y es necesario recordar aquí que el pleito
internacional más grande que haya tenido Venezuela, aquel en que estaban
mayormente comprometidos sus derechos territoriales, fue el único pleito en que
Venezuela no tuvo una representación diplomática. (¿ESEQUIBO?)
Después del Tratado de Caracas y del Acta de
París, que sometieron el litigio al arbitraje del Rey de España, se nombró como
representante diplomático de Venezuela al doctor Carlos Viso, y como Ministro
en España al doctor Castillo. A raíz
de estos nombramientos, como ya lo hizo notar, vino el cambio político en
Venezuela, y el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco, hizo una
especie de colosal enchufe con todas las representaciones diplomáticas de
Venezuela, y se hizo nombrar por el Ejecutivo Federal
representante en Italia, Inglaterra, en Bélgica, en Holanda, en España, en la
Corte Vaticana y en los Estados Pontificios. Este representante diplomático no fue a
España durante la tramitación de litigio ante la Corte Española. Nuestro
representante el General Guzmán Blanco sólo fue a hacer valer los derechos de
Venezuela ante la Corte Española con ocasión (así lo hace constar en la
Memoria, que los representantes deben conocer, del año de 1891, por petición
que le hizo el Ejecutivo Federal, del resultado de sus gestiones), de que sólo fue a España a dar el pésame a
la Reina madre María Cristina por la muerte del Rey don Alfonso XII.
Esa fue toda la representación que Venezuela
tuvo en la Corte Española para hacer valer sus derechos.
Y no podría ser otra, considerando el triste resultado de aquel
laudo tan nefasto para los intereses venezolanos, en que se desconocieron
totalmente todas las aspiraciones de Venezuela.
Todos nosotros hemos estudiado
Historia, y en el estudio de la Conquista hemos aprendido que los límites de
Venezuela empezaban desde el Cabo de la Vela, con la concesión de los
Welzares; y, sin embargo, el laudo del Rey
de España vino a fijar esto en Castilletes, a pocas millas de la Ciudad de
Maracaibo.
Pero bien, no es del caso hacer aquí un recuento
detallado de las negociaciones diplomáticas y de manera como las ha conducido
Venezuela para obtener el resultado que obtuvo con el laudo del Rey de
España. Esta parte de la discusión es materia ya juzgada, y el examen de
los títulos de derecho ya quedó terminado por la sentencia arbitral del Rey de
España, que ambas naciones reconocieron. Pero, a raíz de este laudo
arbitral, se inició la política cuya culminación es este Tratado que la Cámara
está en este momento examinando. A raíz del laudo del Rey de España se
iniciaron negociaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia para obtener
compensaciones territoriales a cambio de la libre negociación de los ríos que
hoy damos de manera gratuita a Colombia.
Colombia ha ofrecido por la
negociación del Orinoco, del Meta y del Catatumbo, mucho mayores extensiones de terreno que las que hoy viene dando. Me prometía traer aquí a la Cámara la
enumeración de todos esos Tratados y el recuento minucioso de todos los
ofrecimientos que Colombia ofreció pagar, considerando, como lo consideró su Presidente Caro, injusto el laudo
del rey de España.
Venezuela, después de estas
negociaciones diplomáticas, vino a perder también en las negociaciones sobre
demarcación de límites. Necesario es
reconocer aquí o recordar a la Cámara, el triste episodio que vino a culminar en las actas de las
Comisiones Mixtas demarcadoras de la región en la Goajira. El laudo del
Rey de España fijaba, como punto de partida de la frontera de Venezuela y
Colombia, los Mogotes de los Frailes. Tal punto no se pudo encontrar en
el terreno por las Comisiones Mixtas de ambos países; y entonces, en vez de la
Comisión venezolana levantar la demarcación y referir el asunto a sus
gobiernos, convino en
firmar, porque en ese momento estaba
entrando a Venezuela la revolución del General Castro y había caído el
Gobierno, el acta que le presentaron los Comisionados
colombianos determinando que se llamaba Mogotes de Los Frailes el punto
Castilletes. Esta es una
de las negociaciones más vergonzosas que ha tenido la República; porque no se
encuentra motivo alguno, ni justificación alguna, ni en qué se basaron los
representantes venezolanos para considerar que los Mogotes de Los Frailes eran
Castilletes. Muy bien hubiera podido ser el cabo de la
Vela, que era la aspiración territorial venezolana, tanto más cuanto que
Colombia, en multitud de ocasiones, aún en las negociaciones llevadas a cabo
por el representante Acosta, que fue uno de los representantes que alegó de
manera más favorable los derechos de Colombia, ofreció a Venezuela la parte de
la Goajira, desde la Punta de Gallina. Sin
embargo, repito, Venezuela vino a perder, en
virtud de estas actas de las Comisiones Mixtas, toda la Península de la
Goajira que de manera tradicional había venido perteneciendo a Venezuela.
De esta
manera Colombia echaba y arriaba la bandera venezolana
de la
Península de la Goajira.
Estas
actas, desde luego, no fueron reconocidas por el Gobierno colombiano y son las
que hoy se reconocen por un artículo de este Tratado.
De modo,
pues, que el Tratado contiene, y necesario es que lo sepan los representantes
venezolanos, el abandono de toda la discusión diplomática sobre los derechos
venezolanos en la Goajira y el reconocimiento, por lo tanto, de las actas de
las Comisiones Mixtas de 1901; es
decir, que se fijaba de una manera definitiva (lo que
Venezuela hasta ahora había venido objetando), la frontera entre
Venezuela y Colombia en el punto de Castilletes, en vez de fijarlo en otro punto más cerca de la Península Goajira.
Ahora bien, en la sección segunda, como lo hizo
notar el Diputado Diez, no hubo diferendo entre Venezuela y Colombia.
Hubo tan sólo el diferendo de demarcación que se vino a presentar después de
dictado el laudo del Rey de España, y que Venezuela, de una manera palpable,
tenía ganado.
La aspiración venezolana en la región del Río de
Oro, como lo hace notar bien la Memoria del Ministerio de Relaciones
Exteriores, no es ni siquiera lo que contiene el Tratado. Menester
es saber aquí que quince aforos sucesivos del río hicieron ver que la
pretensión venezolana era la más justa, de acuerdo con las reglas que para
determinar el cauce principal de un río tiene la ciencia moderna.
En la tercera sección de la frontera, como lo ha
hecho notar el Diputado Guglielmi, que es en la región de San Faustino, es el absurdo
mayor (y aquí repito las palabras del representante del Táchira) que haber
pueda en una frontera entre dos países.
Bien
sabido es por todos los representantes que en las fronteras entre los países,
siempre
que haya límite arcifinio, es casi siempre éste el que se debe seguir.
En
un artículo escrito por mi en la prensa, yo manifesté la aspiración de que en este Tratado, en el cual
Venezuela iba a dar la navegación de los ríos comunes, se consagraría siquiera
esta rectificación territorial, abandonando Colombia el pedazo inservible de
San Faustino como compensación a las positivas ventajas que Venezuela le
concede con la navegación del Orinoco; pero, sin embargo, así no fue. Únicamente el
Tratado de una pequeña extensión de terreno que se había venido diputando en
las negociaciones sobre demarcación, de doscientos kilómetros cuadrados en la
región del Páramo Tamá. Después de esto, todas las
secciones quinta y sexta de la frontera con Venezuela, se han perdido por este
Tratado; y menester es reconocer que ya de manera casi irreparable.
Venezuela
tenía perfecto derecho a la margen izquierda del Orinoco, por las
colonizaciones que había hecho la Capitanía General de Venezuela con las
misiones sobre la margen izquierda de este río; margen que había venido
perteneciendo desde el año 1876 a la provincia de Guayana. Colombia, en
virtud del laudo, adquirió la frontera con Venezuela hasta el thalweg del
Orinoco; y de ahí, entonces, es que Colombia ha llegado a ser ribereña de un
río que, hasta entonces, había venido, de manera privativa, formando parte
integral del territorio venezolano. Esta
es más o menos la triste historia de las negociaciones diplomáticas señaladas a
grandes rasgos.
Me reservo para la segunda discusión del Tratado
traer mayores detalles a la Cámara acerca de las negociaciones y de las
diferentes proposiciones, mayormente ventajosas que las que se consagran en
este Tratado, hechas por Colombia para pagar, digamos así, la libre navegación
de los ríos comunes.
Se podrá
objetar que la tesis venezolana de la no navegabilidad del Orinoco por los
países ribereños, no está actualmente consagrada por el Derecho Internacional; pero menester es también recordar (como lo ha
hecho la Cancillería venezolana, que en esta discusión limítrofe con Venezuela
ha llevado las cosas con brillantez y lucidez), que la
doctrina internacional de la libre navegación de los ríos, que es una doctrina
europea, no ha sido de ninguna manera reconocida amigablemente por las naciones
que en Europa han venido a firmar la Convención de Barcelona de 1921.
Todos los ríos europeos se han abierto, o por las Convenciones entre países, en
los cuales había ventajas recíprocas, o por Tratado de paz entre vencidos y
vencedores.
Venezuela, por lo demás, no puede sentirse
obligada por la Convención de Barcelona de 1921, porque de manera formal el
delegado venezolano repudió la Convención de Barcelona, y no firmó esta
Convención (en la única sesión a que asistió ese año, a pesar de
que ha debido asistir a todas las sesiones). El delegado
venezolano en la Convención de Barcelona se fue a pasear por Europa y asistió
solamente a la firma de la Convención para decir que no la firmaba. ¡Vaya que, por lo menos en esto, siquiera
el pobre hizo bien!
Ahora
bien, la Cancillería venezolana, después de este triste estado de cosas,
muy poco podía hacer en aras del
reintegro del territorio que Colombia posee y que le pertenece a Venezuela en virtud de claros títulos de
derecho, en virtud, repito, de claros
títulos de derecho, de conformidad con el Uti possidetis juris de 1810, reconocido como base de derechos para
las negociaciones entre ambas naciones.
Muy poco
podía hacer el Gobierno actual para mejorar estas condiciones, sobre
todo después de la muy pobre defensa hecha por el Doctor Gil Fortoul de los
derechos de Venezuela ante el árbitro suizo. Menester es recordar aquí, sin embargo, que el representante venezolano, en estas negociaciones de 1916, el doctor Losada Díaz, padre de nuestro compañero de Parlamento
el doctor Losada Casanova, hizo, después de las negociaciones Michelena-
Pombo, el único Tratado que ha sido ventajoso para Venezuela: La Convención de
1916, en virtud de la cual se sometía al árbitro suizo, de acuerdo con
instrucciones de su Gobierno, el diferendo de límites entre Venezuela y
Colombia. Y repito que el representante Losada Díaz
puso, (creo que motu propio y la
cancillería venezolana se felicitó de haberle nombrado como negociador y de la
feliz improvisación de este negociador diplomático), puso, en la
cláusula creo que sexta de esta Convención que está vigente, una condición en
virtud de la cual Colombia se comprometía formalmente, empeñando su palabra de
honor, a devolver territorios, a hacer cambios territoriales en la línea fijada
por el laudo en virtud de la sentencia arbitral de la reina de España en 1891,
a cambio de la negociación del Orinoco y de los demás ríos comunes. Venezuela ha debido exigir el derecho que le
correspondía en virtud del artículo 6º de esta Convención Losada Díaz;
sin embargo, repito, hasta ahora lo que
Colombia ha venido a dar ha sido tan sólo el reconocimiento de los derechos de
una región no discutida, como lo es la región del Río de Oro, y doscientos
kilómetros por una modificación de demarcación en el Páramo de Tamá.
Verdad
es que si se van a considerar las cosas desde el punto de vista en que se había
situado la discusión entre los dos países, es decir, de cambio; de pago, por
parte de Colombia, con territorios, de la navegación que Venezuela le iba a dar
de sus ríos, es ésta una
triste entrega, puesto que no es ni más ni menos que pagar con dinero
sacado del bolsillo del vendedor la cosa que se le compra. Colombia
en el Río de Oro no ha reconocido los derechos a que
Venezuela le correspondían en
virtud de innegables demarcaciones territoriales, y en virtud también, repito,
de innegables aforos hechos por las Comisiones de peritos venezolanos de los
ríos en los cuales se bifurca el Río de Oro; y sin embargo, repito, ni siquiera aquí en la
región de Río de Oro Colombia reconoció la pretensión máxima de Venezuela.
Desde este punto de vista, desde el
punto de vista de lo que Colombia da a cambio de la navegación de los ríos, el
Tratado es muy malo. Y
únicamente se puede votar, y se le puede dar su aprobación en la Cámara de
Diputados, como testimonio de la solidaridad continental y de la solidaridad
entre las Repúblicas hermanas; y también como base, como ya lo ha hecho notar a
la Cámara el Diputado Angarita, para sustentar relaciones político-económicas
entre los dos países que sean más ventajosas. Y
menester es recordar a la Cámara que, también en este asunto, Venezuela va
perdiendo en grado sumo, porque lo más importante de ganado por parte de
Colombia, en vez de haber ido acreciendo, van mermando de una manera alarmante.
Cábeme, para terminar, consignar aquí mi deseo y mi voto como
venezolano, de que las negociaciones en la frontera con Guayana Inglesa, si es
que algún día se llegan a entablar, no tengan el triste y menguado resultado
que han tenido las negociaciones con Colombia, cuyo epílogo es este Tratado que
estamos considerando.- (Grandes
aplausos).
EL PRESIDENTE.- Continúa el debate.- Tiene la
palabra el Diputado Lander.
DIPUTADO LANDER.- Ciudadano Presidente: Antes
que todo una pregunta. Yo desearía saber si lo que se discute es
solamente la proposición previa hecha por el Diputado Guglielmi y si después de
salir de este debate se va a poner en consideración la interesante exposición
hecha por el Diputado Angarita.
EL PRESIDENTE.- Al cerrarse el debate,
necesariamente se cerrará sobre las proposiciones que se contraen al Proyecto
de Ley Aprobatoria del Tratado firmado entre Venezuela y Colombia, y quedará
abierto sobre la proposición Angarita, que es independiente.
DIPUTADO LANDER.- Muchas gracias, ciudadano
Presidente.
Antes que todo debo recoger el reclamo hecho por
el Diputado Diez, cuando pide a todos los Diputados que el debate suscitado
alrededor del Convenio o Tratado que está en discusión se tenga un poco de
serenidad.
Voy a contestarle al Diputado Diez que, por mi
parte, puede de antemano contar con es serenidad. Parejo al deber en que me siento de defender la integridad territorial
de la República corre en mí el sentimiento hondo de americanismo.
Creo yo que en los momentos difíciles por que atraviesa la humanidad, más que nunca ese sentimiento de
americanismo debe hacerse presente. Especialmente, si nos referimos a los países
latinoamericanos, países débiles militar y económicamente, debemos
propiciar en todo momento su acercamiento para defenderse de las grandes
potencias imperialistas.
Cuando se plantea el debate sobre un
Tratado que pone fin al diferendo existente entre las Repúblicas de Venezuela y
Colombia, creo yo que no es justo (y esta observación voy hacer a la exposición hecha por
el Diputado Caldera) que se
titule de hecho concluído, de hecho consumado. El mismo Tratado nos dice en su artículo 5º, que con el permiso
de la Presidencia voy a leer, que: “El presente Tratado, después de aprobado
por el poder legislativo de cada una de las Repúblicas, será ratificado por los
respectivos Gobiernos, y las ratificaciones serán canjeadas en la Ciudad de
Caracas, a la mayor brevedad a los treinta días siguientes”. Este
artículo nos está diciendo a las claras que solamente entrará en vigencia,
tendrá fuerza de Tratado Internacional, cuando los aprueben las Cámaras
Legislativas.
Por eso, creo yo que nosotros no podemos
pensar en que vamos a aprobar este Tratado por considerarlo un hecho
consumado.
Si nosotros, como representantes del
pueblo venezolano, encontramos que es un Tratado injusto, que está enajenando
nuestra soberanía, que en este Tratado pierde Venezuela y no gana nada,
entonces, nosotros, como representantes del pueblo, deberíamos negarle nuestro
voto.
Yo no voy a pronunciarme en esta discusión sobre
el Tratado. Ya todos los Diputados que me han precedido en el derecho de
palabra han hecho ver cómo no contamos nosotros con todas las informaciones
precisas para podernos pronunciaren un asunto de tanta importancia. Pero he querido tomar la palabra, porque debo hacer causa
común con los Diputados Caldera y Lara Peña cuando repudian totalmente la forma
como se han llevado a cabo las negociaciones. Yo quiero ir más lejos que los Diputados que he citado. No podemos nosotros limitar este repudio a la
forma como se han llevado a cabo las negociaciones que culminaron con este
Tratado. Nosotros debemos
reconocer y repudiar también que ya parece ser un
método de nuestra Cancillería el de seguir una política de puerta cerrada.
No
es en este solo Tratado, sino en todas las relaciones Internacionales de
Venezuela, que el pueblo venezolano está al margen. Es
en la Cancillería, en el bufete del Ministro, donde se dilucidan asuntos que
competen por igual a todos los venezolanos. Yo me atrevería a preguntar
aquí, (y estoy seguro que ninguno de los Diputados, con excepción de aquellos
que trabajan en el Ministerio de Relaciones Exteriores, estaría en capacidad de
contestarme) hasta dónde se ha comprometido Venezuela con los Estados Unidos en toda esa serie de
conversaciones que se han tenido hasta ahora. Nosotros no
lo sabemos y somos los representantes del pueblo. Mucho menos lo sabe el
pueblo.
Por
eso, pues, creo yo que nosotros debemos dejar constancia de que asuntos de tal
trascendencia deben ser discutidos a la luz pública; debe saber el pueblo
venezolano hasta dónde se nos está, comprometiendo, para no encontrarnos
después con que son situaciones de hecho y nosotros tenemos que
apoyarlas. Eso es una situación que de una vez para siempre debe
desaparecer.
Yo
reclamo, junto con los Diputados Caldera y Lara Peña, y ampliando su modo de
pensar, que la política exterior de Venezuela se lleve a cabo con el
conocimiento pleno de todos los ciudadanos venezolanos.- (aplausos).
EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado
Santos.
DIPUTADO SANTOS.- Ciudadano Presidente:
Ciudadanos Diputados: En este debate en que está en discusión en la Cámara de
Diputados el Tratado de fronteras y de navegación de ríos comunes, suscrito
entre Venezuela y Colombia, no seré yo el que venga a
tratar de justificar los yerros cometidos por anteriores gobiernos, y por malos
patriotas que han tenido en sus manos el manejo de las cosa pública. Con
el dolor de todos los venezolanos, hemos visto cuantos pleitos y cuantos
asuntos internacionales ha tenido que afrontar Venezuela, se ha perdido; pero,
precisamente, se han perdido, como lo dije, por la falta de patriotismo, no
solamente de los Gobiernos, sino de aquellos comisionados que tuvieron a su
cargo la discusión de los asuntos, y también por la falta de preocupación del
pueblo venezolano.
Afortunadamente
podemos decir, y lo podemos decir con orgullo, que ya aquellos tiempos
pasaron. Pasaron dejando sobre nosotros la carga y la vergüenza de
aquellos Tratados; pero que, en fin, como Tratados, tuvieron la autoridad de
cosa juzgada, y a la República, después no le quedó más remedio que cumplirlos.
En cuanto a la discusión del Tratado que está
sobre la mesa, hay que convenir, y con ello
estaremos todos de acuerdo, en que se trata de un
Tratado completamente diferente y llevado a su conclusión en condiciones
distintas a todos los Tratados que se habían tramitado por nuestra Cancillería.
En el Tratado actual estuvieron de parte y en
defensa de Venezuela y de su territorio, de su integridad nacional, todo el patriotismo y toda la buena
voluntad de nuestras Comisiones técnicas, de nuestra Cancillería, de nuestro
Gobierno y del pueblo venezolano que lo acompañaba con
sus sentimientos, y con su deseo más vehemente por que las condiciones llegaran
a una justa conclusión, el deseo
de que ese Tratado fuera realizado en condiciones favorables y equitativas para
los dos países.
Yo sólo
veo en este Tratado el comienzo de una política nueva, de una política de resurgimiento, de una política
internacional desprovista de la vergüenza y de las
incapacidades que nos llevaron a perder todos los asuntos internacionales en
que en el pasado intervino la República.
Por ello, el presente Tratado lo he visto
con sentimiento patriótico. Me
ha parecido que la República ha dado un viraje hacia tiempos mejores, hacia una
organización más efectiva, y hacia un patriotismo muy diferente al que habíamos
practicado hasta ahora en estos asuntos. Tratar de confundir
este Tratado con los anteriores, que celebró con pérdida de su prestigio y de
su moral la República, sería completamente injusto y completamente inoportuno…
EL PRESIDENTE.- (Interrumpiendo).- Con permiso del ciudadano Diputado…… La
Presidencia advierte a la Cámara que está vencida la hora reglamentaria.
DIPUTADO SANTOS.- Me voy a permitir proponer que
se prorrogue la sesión, hasta que termine la discusión del asunto que está
sobre la Mesa, es decir, del Tratado con Colombia.
(Se lee la proposición del Diputado Santos.- En
consideración).
DIPUTADO TINOCO.- Me permito sugerir al
ciudadano Diputado Santos, que haga la proposición en el sentido de que se vote
también la proposición del Diputado Angarita.
DIPUTADO SANTOS.- Yo creí que en mi proposición
estaba incluido también el asunto propuesto por el Diputado Angarita, puesto
que está también en discusión sobre la Mesa al mismo tiempo que el Tratado:
pero si no es así, propongo también que se prorrogue la sesión hasta que se
considere el Memorándum o Informe presentado a la Cámara por el Diputado
Angarita Arvelo.
(Cerrado el debate.- Se vota la proposición
Santos: aprobada).
EL PRESIDENTE.- Puede continuar, ciudadano
Diputado.
DIPUTADO SANTOS.- Muchas gracias, ciudadano
Presidente.- en verdad que, desde hace muchísimos años,
la política seguida por la Cancillería venezolana ha sido política de puerta
cerrada, como han dicho, o para expresarlo mejor, se ha tenido poco informada a la Nación de los términos que se han
llevado a cabo las negociaciones internacionales; pero también es verdad que éste es un vicio que viene desde hace mucho
tiempo estorbando la tramitación de estos asuntos e impidiendo su debido
conocimiento; y, precisamente, contra este vicio es que se ha tratado de
reaccionar cuando en las Memorias del Despacho de Relaciones Exteriores y en
las publicaciones del mismo de Despacho se dan a
conocer al público interesado los detalles y las circunstancias de esas
mismas negaciones. Así tenemos, por ejemplo, que, con referencia la
Tratado Colombo-Venezolano que actualmente se discute, la Memoria del año
pasado del Ministerio de Relaciones Exteriores contiene una información si es
posible más amplia y más detallada que la información que trae la Memoria
presentada en el corriente año.- Por lo
tanto, era dable presumir que los Diputados del Congreso Nacional, los
representantes del pueblo, estuvieran bien en cuenta si se hubieran interesado
también en conocer aquellos detalles, o yendo a la fuente misma de las
negociaciones, a la Cancillería, a imponerse debidamente de todos aquellos
asuntos de interés nacional.
Llegado a manos de la Cámara el mapa
especificado y detallado relativo a los límites que se han fijado por el nuevo
Tratado, y estando en la Cámara toda la documentación necesaria, me parece que
huelgan las demás proposiciones; y por sentido práctico, podríamos decir, la
Cámara debería aprobar la proposición del Diputado Delgado Chalbaud para, en la
oportunidad de la segunda discusión, con vista del mapa y los documentos que
reposan en la Secretaría a la orden de todos los Diputados y con la seguridad
de que cada uno de los Diputados estudiará debidamente ese mapa y esos
documentos para venir suficientemente informados, podamos entrar a la discusión
de este Tratado con sentimientos verdaderos de patriotismo y de nacionalidad.
EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado
Blanco.
DIPUTADO BLANCO (ANDRES ELOY).- Una breve
observación, ciudadano Presidente.
Considero que no está reñida la proposición
Guglielmi con la proposición Delgado Chalbaud. Ella da por sentada la
aprobación, en primera discusión, del Tratado que se ha sometido a nuestra
consideración, pero, es en resguardo de la responsabilidad parlamentaria
venezolana, en una hora definitiva de su historia. Por eso, todo recaudo
no sobrará nunca. Y yo deseo saber si de la proposición del Diputado
Guglielmi, después de la modificación hecha por él mismo, ha quedado en pié la exigencia
contenida de su proposición de que se señalan en el mapa los territorios que se
hayan ganado o que se hayan perdido dentro de las tesis o pretensiones
sostenidas por los venezolanos.
Muy de
paso también debo recoger, con sentimiento, que ya en más de una ocasión se ha
achacado a esta Cámara y en la del Senado cualquier fracaso político o
internacional venezolano a la falta de preocupación del pueblo venezolano
por sus cuestiones políticas. No vamos a poder entendernos los venezolanos si por una parte se
exige a una gran mayoría de su pueblo una actitud apolítica, y luego se le
reprocha la falta de preocupación política. Cuando se realizaron esos tratados nefastos, en los días tristes de los Protocolos de Washington,
en cada ocasión en que Venezuela perdía una parte de su fisonomía geográfica,
¿cómo iba a preocuparse el pueblo venezolano
por esos problemas? ¿Dónde estaba el pueblo venezolano? Se estaba preocupando
por su propia conservación. Estaba en un naufragio: llegar a tierra o
agarrarse a una tabla. ¿Dónde estaba, entonces, su
preocupación cuando esa preocupación le fue prohibida. Y
es ahora cuando un gobierno que quiere responder a las aspiraciones de su
pueblo, descorre el velo de los pasados errores; pero para incurrir también
en el error, como dijera un distinguido Diputado, de dejar entre las
cuatro paredes de un Gabinete un debate tan vital para la Nación.
Es ahora, pues, a última hora, ya con el
Tratado sobre la mesa de los Diputados, cuando el pueblo venezolano va a ver,
cuando el pueblo venezolano tendrá el derecho a preocuparse, cuando va a
encontrar el pasado, la realidad de los fracasos: aquí al pie de la Patria,
mutilado; allá, una mano manca. Y entonces, detrás de los hechos
consumados (porque han de
consumarse, fatalmente), no tengo más que repetir lo que en otro sentido
ha dicho el Diputado Santos: acompañar al Gobierno……. En su sentimiento.-
(Grandes aplausos).
EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado
Tinoco.
DIPUTADO TINOCO.- Ciudadano
Presidente: Colegas: He tomado la palabra para expresar mi deseo, que aspiro
sea compartido por los miembros de esta Cámara y por el país entero, de que se
conserve este debate, que se ha iniciado hoy en la Cámara de Diputados, en ese
nivel de altura al que tanto han contribuido a mantenerlo la exposición del
Diputado Caldera y la primera exposición del Diputado Blanco, cuyas palabras, a
mi entender, han sido las más nobles y las más elevadas que han surgido de su
gran corazón de venezolano.
Yo deseo llamar la atención de mis
colegas sobre el hecho de que este Tratado, que, indudablemente, vamos a
aprobar, constituye el punto final de contienda por mucho tiempo tensa entre Venezuela y Colombia.
Y es más todavía: que la aprobación de este
Tratado contribuirá, como ya ha sido apuntado por muchos Diputados, una ratificación solemne de la solidaridad
continental en estos graves momentos que vive la humanidad.
Para nadie es un secreto, y es necesario
decirlo muy alto, que hay país que esta interesado en que entre nuestras
Repúblicas americanas surjan rencillas fronterizas, no ya por el método de los
tratados y de los convenios, sino por medio de la fuerza. Este espectáculo es imposible que vuelva a
contemplarse en una América Latina de la cual depende hoy en gran parte el
porvenir de la democracia.
Esta es una ligera observación que he
expresado a mis distinguidos colegas, en el deseo de que no se vea en la
discusión que estamos haciendo, en el esclarecimiento que estamos solicitando
del Ejecutivo, la primera piedra para fomentar un edificio incurable de
rencillas, en el cual nosotros seremos los primeros perdedores, y con nosotros
todo el Continente americano.
DIPUTADO LARA PEÑA.- Pido la palabra.-
(Concedida).- Ciudadano Presidente: Honorables colegas: He tomado la palabra
para hacer una aclaratoria sobre la posición sustentada por el Diputado Caldera
y por mí al referirnos a la política
errónea que ha seguido la Cancillería venezolana en estos manejos diplomáticos
de negociaciones limítrofes entre Venezuela y Colombia.
Creo haber dejado establecido, en mi peroración
anterior, que muy poco podía hacer este Gobierno para mejorar la posición
internacional de Venezuela frente a este litigio, después del laudo del Rey de
España, y, sobre todo, después del arbitraje suizo.-
Por lo tanto, quiero aclararle aquí al Diputado Santos que nuestra referencia a
esa política errónea de una puerta cerrada, que es patente, no ha hecho
hincapié de manera especial en esta Cancillería y durante el período en que de
ella ha estado al frente el doctor Esteban Gil Borges, que desde luego, empezó
no sólo a darle frente al problema, sino a sacar a la luz algunos de los
aspectos de él; pero nadie me podrá negar la diferencia que existe a este
respecto sobre el conocimiento del problema entre las dos naciones.
En Colombia sería inconcebible que una persona
de la talla del Diputado Andrés Eloy Blanco y del relieve nacional que él tiene
entre nosotros, dejara de conocer al dedillo las relaciones diplomáticas entre
Venezuela y Colombia. En Colombia
se discute en las escuelas y al detalle, repito, todas las peripecias de este
Tratado; y, desde luego, ellos pudieron aplaudir de una manera
consciente la negociación que se firmó en El Rosario de Cúcuta.
Pero, lamentablemente, en Venezuela, la
situación era una ignorancia crasa. Varios redactores de periódicos se me
acercaron a mí para decirme que qué me parecía el Tratado, y que qué
opinión tenía yo sobre él; que
ellos, a la verdad, lo habían elogiado muchas veces, desconociendo el fondo
mismo del problema. Y, desde luego, esta política de puerta
cerrada de la Cancillería venezolana es censurable; censurable, porque se ha
venido mermando el territorio venezolano sin que el pueblo se haya dado cuenta.
Aquí hay un dato que se me viene a la mente; un
dato, digamos así, patético. Cuando
yo estudié Geografía me enseñaron en la escuela primaria que mi país tenía una extensión
de un millón veinte mil kilómetros cuadrados; sin embargo, los
niños que hoy estudian esa misma Geografía saben
que Venezuela tiene tan sólo novecientos doce kilómetros.
A
esta política de desconocimiento es a la que yo me he referido, sin, desde
luego, hacer hincapié en la tramitación hecha por la Cancillería venezolana
para dar a luz este Tratado.
Quiero que quede constancia de esta posición en
gracia a la justicia, y, desde luego, reiterar aquí que la Cámara debe ver
estas cosas con un criterio realista, tomando en cuenta a la vez lo doloroso y
triste de nuestras negociaciones anteriores.
Este Tratado, creo que debe considerarse
sobre todo a la luz de la situación actual; y que sería menester llamar la
atención de la Cámara sobre la escasa posibilidad que nosotros tenemos ya de
reivindicar territorios de parte de Colombia y a la vez sobre las positivas ventajas que presenta también
para Venezuela la concesión que nosotros le damos a Colombia de la libre
navegación de los ríos, que beneficia si se quiere tanto más a Venezuela que a
la propia Colombia.
EL PRESIDENTE.- Va a cerrarse el debate.
Tiene la palabra el Diputado Santos.-
DIPUTADO SANTOS.- Ciudadanos Diputados:
Precisamente hablé anteriormente que no debíamos confundir, ni sería justo que
confundiéramos, todos nuestros errores pasados y los cometidos de los Tratados
internacionales que suscribió Venezuela con pérdida de su territorio y de su
decoro, con el Tratado Internacional que
estamos discutiendo actualmente.
Es verdad que se cometieron errores
gravísimos, profundos, vergonzosos; pero que no tenían ni tienen
absolutamente nada que ver con el espíritu y el patriotismo que animó en la
conclusión de este Tratado, que es el que actualmente estamos discutiendo. Por ello, me referí también a que la acusación
de política de puerta cerrada era aplicable en cuanto a la llevada a la
práctica en años anteriores y por Gobiernos cuyo recuerdo mejor es no
mencionarlo.
Y si he
dado mi opinión favorable a este Tratado, no es porque lo considere el punto
final de aquella carrera de vergüenza que nosotros corrimos, que fue pérdida
tras pérdida, derrota tras derrota, sino porque lo considero, precisamente, como el comienzo de una
política internacional verdaderamente patriótica, que nos puede conducir en un futuro a volver alcanzar todos nuestros
prestigios y a revindicar nuestro patriotismo y nuestro territorio nacional que
tan lamentablemente perdimos en el pasado como consecuencia (y hay que decirlo,
porque es la verdad) de nuestros propios disturbios intestinos.
EL PRESIDENTE.- Ve a cerrarse el debate.-
Tiene la palabra el Diputado Rosales Aranguren.
DIPUTADO ROSALES ARANGUREN.- Ciudadano
Presidente: He tomado la palabra para hacer una breve consideración sobre el
debate que actualmente nos preocupa. Se trata de la liquidación de una
historia dolorosa del pueblo de Venezuela. El error no es de ahora, es
remoto. Se trata de un diferendo perdido por el pueblo de Venezuela en
laudo del Rey de España. Este Tratado es la
liquidación de este pleito; pero como resultó una fórmula transaccional,
nosotros algo sacamos de nuestra desgracia.
En la demarcación de límites con
Colombia, nuestra situación era completamente desfavorable. El laudo del Rey de España dio la integridad de
la razón a los alegatos colombianos y volteó la espalda a los alegatos pobres
de la representación venezolana. Si hay algo de doloroso, triste y
vergonzoso, que caiga sobre aquellos que fueron responsables. El Gobierno de la República, en estos
últimos años, ha procedido con inteligencia y con decoro, y el nombre de la
Patria no está cubierto de vergüenza en las negociaciones últimamente
celebradas. Algo se hizo favorable. Cerca de doscientos mil
kilómetros cuadrados que estaban perdidos, se reincorporan a la frontera de
Venezuela. Estos territorios ya estaban disputados por Colombia, y en
virtud de la concesión que hizo Venezuela de navegación del Orinoco, se nos hizo esa pobre
concesión. Es pobre, pero al fin una concesión. Se trata, pues, de la
liquidación de esta página triste. Y yo creo que más
ganamos nosotros aprobando el Tratado que negándole nuestro voto.
Si le negamos nuestro voto al Tratado, vuelve entonces un período de
incertidumbre y de zozobra. Venezuela tiene el litigio perdido, y,
jurídicamente, los colombianos están en mejor condición, porque tienen fallos
favorables y nosotros no tenemos nada que alegar contra esa situación
internacional triste y dolorosa.
Por estos
motivos, yo le voy a dar mi voto aprobatorio al Tratado y así lo pido a todos
mis compañeros. Será triste, pero es un hecho cumplido; y
debemos comprender que a pesar de todo, algo hemos logrado en medio de nuestra
inmensa tristeza.
EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado
Lander.
DIPUTADO LANDER.- Ciudadano Presidente: No
quería yo intervenir de nuevo en este debate, porque que ya se está haciendo
largo; pero las palabras pronunciadas por el Diputado Santos Stella me han
obligado a ello.
Creo que el Diputado Santos Stella ha
interpretado mal las palabras pronunciadas en su segunda intervención por el
Diputado Lara Peña, cuando parece ubicar la política de puerta cerrada a que
nosotros hemos hecho referencia en tiempos pasados. Vale recordar las palabras pronunciadas por el Diputado
Caldera cuando hizo referencia a la forma como se había discutido la cuestión
en Colombia y en Venezuela. Nos
referíamos nosotros, al repudiar esa
política de puerta cerrada, a la situación presente. Y quiero
que quede constancia muy clara de esto. Mientras en Colombia, como lo dijo el Diputado Caldera, se
discutía la cuestión del Tratado en forma pública, en Venezuela se hacía entre
las cuatros paredes de un Gabinete. ¿La diferencia?
Precisamente, que en Colombia existe una democracia integral y en Venezuela una
democracia mutilada.
EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra Diputado Lara
Peña.
DIPUTADO LARA PEÑA.- Quiero llevar a
conocimiento de la Cámara, que no son
doscientos mil kilómetros cuadrados los que se nos dan: son alrededor de
doscientos nada más.- (Aplausos).
EL PRESIDENTE.-Tiene la palabra el Diputado
Caldera.
DIPUTADO CALDERA.-Ciudadano Presidente: Voy a
ser muy breve y me voy a concretar únicamente a la reciente intervención del
Diputado Lander.
Es cierto que yo expresé en esta Cámara, y creo
que así lo hizo el Diputado Lara Peña,
que lamentábamos que el actual Gobierno se hubiera enredado en esa política de puerta cerrada, que, como dijimos, es tradicional en nuestro país. Y es
cierto también que dije yo, y me replicó el Diputado Blanco, creo que sin
captar el sentido de mi frase, que de esta política de
puerta cerrada no era culpable solamente el Gobierno, sino también
el pueblo venezolano, por una especie de fraternidad romántica que ha privado
entre nosotros.
Yo sé que, al
acercarme a algunas direcciones de periódicos se me manifestó que tocar
el problema, que analizarlo, era comprometer
nuestras relaciones internacionales; en tanto que los principales órganos del periodismo
colombiano la estaban haciendo. Yo creo que la culpa de que en estos últimos cinco años
no haya sido llevada a las columnas de la prensa y a conferencias públicas esta
cuestión, es en parte nuestra, tal vez
por el hábito de estar sometidos al silencio al que se refirió el Diputado
Blanco; pero esa culpa debemos
reconocerla y es colectiva: El Gobierno
la ha tenido, nosotros también la hemos tenido, nosotros, el pueblo venezolano, y cuando hablo de pueblo no me
refiero únicamente a la masa: me refiero a todo el conglomerado humano que constituye la
Nación. Ojalá que esa culpa no la tengamos en el día
de mañana ni el Gobierno ni el pueblo de Venezuela. (¿LAS FUERZAS ARMADAS? ¿GOLPE DE ESTADO?)
DIPUTADO BLANCO (ANDRES ELOY).-Voy a suplicar al
Presidente me conceda una brevísima aclaratoria al Diputado Caldera, que le
satisfaga de la interpretación dada a mis palabras.
Yo comparto con el Diputado Caldera su opinión sobre nuestro romántico sentido
de la fraternidad. Sólo rechazo muy cordialmente, nó en el Diputado
Caldera, sino en el Diputado Santos, aquella frase en que atribuía a nuestro
pueblo, nó romántica fraternidad, sino
falta de preocupación, palabras tomadas del Discurso del Diputado Santos y
nó del Discurso del Diputado Caldera.
(Cerrado el debate.- Se vota la proposición
Guglielmi con la modificación hecha por él mismo: es aprobada.- Se vota la
proposición Delgado Chalbaud con la modificación del Diputado Ortega B.: es
negada.- Se vota la proposición Delgado Chalbaud: es aprobada).
EL PRESDIENTE.- Continua el debate sobre la
proposición Angarita.- Tiene la palabra el Diputado Tinoco.
DIPUTADO TINOCO.- Ciudadano Presidente: voy a
rogar a usted se sirva hacerme leer por Secretaría el texto de la proposición
del Diputado Angarita.
(Se lee).
DIPUTADO TINOCO.- Estoy en lo general de acuerdo
con la exposición que hizo a la Cámara el Diputado Angarita. Ahora bien, en
esta exposición, hay partes que, indudablemente, no concuerdan con el criterio
de algunos de los miembros de esta Cámara. Es por eso por lo que le voy
a dar mi voto a su proposición, siempre que se modifique ésta en el sentido de
que el envío que hace la Cámara al Ministro de Relaciones Exteriores de esa
exposición, no involucra que la Cámara está de acuerdo con el criterio expresado
por el Diputado Angarita.
Me voy a referir a un aspecto de esa
exposición. El Diputado Angarita se ha concretado al final de su
exposición a propugnar, para la Política comercial entre Venezuela y Colombia,
la práctica del trueque. El trueque es un sistema comercial que sólo se
practica hoy en los Estados llamados totalitarios y que responde a situaciones
transitorias y a necesidades económicas de un carácter muy especial. Lo
natural, lo lógico, lo que se desprende del sistema mismo de la división del trabajo
y de la colaboración internacional, es un sistema comercial que esté basado en
la moneda, esté está respaldada por el patrón oro o no.
El Diputado Angarita ha dicho, en el texto de su
exposición, que esta política de trueque contribuiría en grado extremo a
propiciar el intercambio de producto entre ambos países, y que estos productos,
dadas las condiciones económicas de ambos países, son en el fondo
similares. Es necesario que se sepa que en el precio de un producto
interviene de una manera directa el costo de la vida. Por eso los
productos venezolanos tienen un precio muy superior al precio de los
productos similares que se fabrican o se producen en la República de
Colombia. Dada esta realidad indiscutible, es imposible que se practiquen
con beneficio para alguno de los dos pueblos esta política de trueque, que,
como ya he dicho, está limitada hoy casi exclusivamente a aquellos Estados en
guerra que practican una política de tipo autárquico.
Es indudable que con el renacimiento del
intercambio comercial en el mundo entero, habrá de volverse, y ésta es una
realidad que se impondrá, a las prácticas comerciales de libre cambio, en un
sentido restringido, acordes con las necesidades propias de cada país, pero que
esté basado en todo momento en un patrón regulador, llámese éste patrón oro, o
sea cualquiera otra forma de respaldo monetario que se quiera dar a esta
política.- Es por esto que en Venezuela nosotros debemos desechar, a la luz de
estas realidades, toda medida de carácter económico que trate de interferir la
libre circulación de productos entre los países. Esta libre circulación
de productos la garantiza únicamente la existencia de un patrón monetario
reconocido internacionalmente. Lo demás es ir a provocar la anarquía en
el comercio exterior; lo demás es ir a adoptar como métodos propios, métodos
que son propios de países totalitarios cuyas condiciones económicas
transitorias así lo exige.
Es por estas razones, por lo que yo modifico la
proposición del Diputado Angarita, en el sentido de que se exprese
categóricamente al Ministro de Relaciones Exteriores que el envío de su
exposición no involucra, por ningún respecto, que la Cámara comparte el
criterio del Diputado proponente.
DIPUTADO SANTOS.- Pido la palabra.-
(Concedida).- Ciudadano Presidente: Ciudadanos Diputados: Con suma extrañeza he oído las palabras pronunciadas por el eminente
financista doctor Tinoco.- En primer lugar habría que convenir entonces en
que todos los países del mundo son totalitarios, porque hasta los Estados
Unidos, que son completamente contrarios a la política de trueque, han hecho
negociaciones de esta especie. En segundo lugar, la proposición Angarita
se refiere, única y exclusivamente, a que el Ejecutivo Federal, por intermedio
del Departamento de Relaciones Exteriores, que es el órgano indicado, trate de
llegar a concertar, para la próxima oportunidad (que será en marzo del año
entrante, cuando vence el Modus vivendi que
tenemos con la República) repito, trate de llegar a la formalización de un
tratado comercial que responda de manera efectiva a las necesidades
venezolanas.
Por lo tanto, en dicha proposición no se quiere
decir, ni en ella se dice, que se obligue al Ejecutivo federal, a seguir este o
aquél criterio, sino, sencillamente, que nuestra
Cancillería, de acuerdo con las Comisiones técnicas que tiene a su disposición
para el estudio de todos los asuntos, llegue a la solución del problema como
lo considere más patriótico y mas efectivo, teniendo en cuenta, sí,
un mayor interés, y un mejor desenvolvimiento de nuestras relaciones
comerciales con ventajas, indiscutiblemente, en lo que se pueda, para nuestras
clases productoras, y, sobre todo, para la cría venezolana, que es la que
efectúa en mayor escala, el comercio con aquella República.
No creo yo que tenga razón de ser la adición o
la modificación propuesta por el doctor Tinoco, puesto que en esa exposición
del Diputado Angarita solamente se exponen las cosas tal como son en realidad,
tratando de excitar al Ejecutivo Federal a que la próxima que se concierte ese
Tratado lo haga de una manera que se ajuste más a nuestras realidades
comerciales, a lo cual tienen derecho todas nuestras regiones fronterizas, que
son las más afectadas por esas mismas relaciones comerciales con Colombia.
EL PRESIDENTE.-Continúa el debate.- Tiene la
palabra el Diputado Lander.
DIPUTADO LANDER.-Ciudadano Presidente: voy a
apoyar ampliamente la proposición y exposición hecha por el Diputado Angarita.
Para apoyarla quiero traer a colación algunas cifras de nuestro comercio con
Colombia, acusadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores en sus últimas
Memorias, que nos demostrarán bien a las claras como tiene razón el Diputado
Angarita, cuando el actual Tratado Colombo-Venezolano de comercio no está,
digamos, a la orden del día, no está de acuerdo con la realidad actual. Este
Tratado se hizo o se firmó en 1936. Por las cifras de las importaciones y
exportaciones, acusadas en la Memoria a la que me he referido, vemos como
la diferencia entre importaciones y exportaciones, acusaba un saldo
desfavorable para la República de Bs. 18.000. Luego, del Tratado de 1936, este
saldo se convirtió en favorable y ascendió de Bs. 1.278.000. Para 1937 el saldo
favorable fue de Bs. 1.630.000. Sucesivamente fue disminuyendo hasta que en
1940 llega sólo ese saldo favorable a ser la cantidad de 121.000.
Estas simples cifras que he citado para
conocimiento de los compañeros de Cámara demuestran como el Tratado
considerársele como viejo, y que es necesario remozarlo. Es necesario que se
haga un estudio bien preciso, bien a fondo y científico de la cuestión, para
llegar a un convenio comercial que beneficie por igual a las dos Repúblicas
hermanas.
EL PRESIDENTE.-Tiene la palabra el Diputado
Angarita.
DIPUTADO ANGARITA ARVELO.- Ciudadano Presidente:
Nada Tengo que agregar a las palabras expresadas por el distinguido Diputado
doctor Santos al referirse a lo que ha hablado el Diputado Tinoco.
Yo. En mi exposición, no he propuesto el
trueque: lo que he hecho es insinuar al Ejecutivo Federal, por órgano del
Departamento de Relaciones Exteriores, si la Cámara lo acoge, que una vez finalizado o realizado el Tratado político entre
Venezuela y Colombia, sea punto de partida para el mejoramiento o para un
nuevo tratado comercial que beneficie las dos economías.-Actualmente, el
tratado comercial que existe en nada favorece. Nuestra región, el Táchira, desgraciadamente, y los
otros Estados Andinos, desde que sucedió el alza del bolívar, viene siendo un
Estado tributario del Departamento del Norte de Santander de la República de
Colombia. Es una herida que nos viene sangrando, y pedimos, tenemos el deber de
pedir, que se nos dé un remedio. No pido que se baje el bolívar. Sé
perfectamente el criterio existente sobre la intangibilidad de la moneda. No lo
comparto, naturalmente, por que se que esto lo que hace es consumir las
energías de las clases trabajadoras del país. Pido sí que se estudie y que se busque
la manera de solucionarlo. Que después de este convenio
político obtenga ventajas
comerciales; que nuestros productos de exportación lleguen a Colombia y que
podamos, a cambio de esa enorme cantidad de mercancías que pasan ilícitamente
por la frontera, conseguir compensación por vías legales. Es una insinuación lo
que hago, y creo que los ciudadanos Diputados hayan interpretado esto en esta
forma.
EL PRESIDENTE.-Continúa el debate.- Tiene la
palabra el Diputado Tinoco.
DIPUTADO TINOCO.- Ciudadano Presidente:
Ciudadanos Diputados: De las exposiciones de los distinguidos Diputados Santos
y Angarita parece que se desprendiera que yo fuera hostil a la proposición de
este último. Np hay nada de eso. Yo comencé mi anterior disertación mostrándome
en un todo de acuerdo con esa proposición y con algunos párrafos de la
exposición Diputado Angarita.- Yo lo que he querido es hacer constar el
criterio opuesto que sustento y que ningunos de los otros “eminentes financistas”
que hay en la Cámara me ha rebatido todavía. Únicamente quise hacer constar
eso: que no estaba de acuerdo con la forma de la política comercial que
propugnaba el Diputado Angarita en su exposición.
Es una aclaratoria que quería hacer, ciudadano
Presidente, para dejar bien sentado que apoyaré y le daré mi voto a la
proposición del Diputado Angarita, aún sin la modificación que propongo y
siempre que la Cámara tenga entendido que el enviar esta exposición al
Ministerio de Relaciones Exteriores, no involucra que los miembros de la Cámara
se solidaricen con ella.
DIPUTADO BLANCO (ANDRES ELOY).-Pido la palabra.-
(Concedida).- Entiendo que la
exposición, muy interesante por cierto, del Diputado Angarita, no está sometida
a la consideración de la Cámara. Lo que está sometido a la consideración de la
Cámara es la proposición, que puede muy bien considerarse como un cuerpo aparte
del cuerpo de la exposición, nos transformaríamos en junta examinadora y
tendríamos que concluir como suelen concluir los fallos de las juntas
examinadoras: aprobando la exposición del Diputado Angarita, sin hacernos
solidarios de las ideas contenidas en la tesis. De manera, pues, que no
estando en discusión el cuerpo mismo de la exposición, al llegar a las manos
del Ejecutivo Federal, él tendrá bastante cuidado y bastante comprensión para
deducir que el envío de la exposición es a titulo ilustrativo, y para no complicar
el criterio de todos y cada unos de los Diputados presentes en las opiniones
personales que, como estudioso de la materia, ha consignado el exponente.
Comprenderá perfectamente el Ejecutivo que la Cámara se ha limitado a la
discusión y aprobación de la proposición con que termina la exposición; pero
que forma cuerpo aparte, independiente, de la materia que está sobre la Mesa
para su debate y votación.
(Cerrado el debate.- Se vota la proposición
Angarita con la modificación del Diputado Tinoco: negada.- se vota la
proposición Angarita: aprobada).
EL PRESIDENTE.- Se recuerda a los ciudadanos
Diputados que la sesión próxima tendrá lugar a las nueve de la mañana. Y se
fija como Orden del Día, la tercera discusión del Proyecto de Ley de
Presupuesto General de Rentas y Gastos Públicos, y luego las demás materias que
habían sido fijadas en el orden del día de hoy.- Se levanta la sesión.
(A las 6 y 45 p.m.)
Los Taquígrafos de turno,
Rafael Maldonado.
María de Lourdes Díaz C.
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